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El carpintero de Nazaret

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Era sábado.

Era día de ir a la sinagoga.

Toda Nazaret estaba convocada, como de costumbre, a escuchar la lectura de las Escrituras.


La ocasión de reunirse en la sinagoga, y escuchar la lectura y explicación de los maestros de la Ley Mosaica, fortalecía la fe de los judíos fieles. Eran tiempos difíciles. Judea estaba bajo el dominio opresivo del Imperio Romano, los impuestos eran excesivamente altos, la calidad de vida de la gente era marcada por una situación económica precaria. Imagínese lo que es pagar hasta una tasa impositiva de más del 60% de sus ingresos.

Pero acudir a las sinagogas era una dura prueba para los judíos fieles. ¿Por qué? Porque en las sinagogas, estaban los fariseos y saduceos, los sacerdotes y escribas.

Es interesante la descripción que da Josefo, historiador judío del siglo primero, sobre los fariseos. Estos se creían bondadosos, amables, justos y totalmente cualificados para sus funciones. Obviamente, ese es el tipo de hombres que uno esperaría ver frente a una sinagoga, enseñando, siendo maestro de la Ley de Dios. Nos queda la curiosidad: ¿eran realmente amables, bondadosos y buenos maestros los fariseos? ¿será que cuando los hombres, mujeres, niños y niñas, iban a las sinagogas, por ejemplo, la de Nazaret, salían de ella llenos de fe, con ánimo en el corazón, sintiéndose cerca de Jehová como su Padre y Salvador?

Los relatos históricos nos muestran algunas pinceladas de la realidad que seguramente escuchaban quienes iban a las sinagogas. Las personas comunes y corrientes, eran llamadas con desprecio “gente de la tierra”. Los fariseos no tenían ningún reparo en decir: “Esta gente que no conoce la Ley son unos malditos” (Juan 7:49). Los fariseos no compraban ni se relacionaban con ellos, con la mismísima gente a la que tenían que enseñar. Más aún, algunos afirmaban que los que no conocían la ley oral no resucitarían. Los fariseos se enorgullecían de su cumplimiento meticuloso de muchos mecanismos religiosos. Se creían superiores a los demás simplemente por sus logros intelectuales y su rango religioso. Expresaban una actitud santurrona y despectiva. Por cierto que, hoy día muchos, incluidos los llamados cristianos, han utilizado términos como "pagano", "mundano", "cabra", de forma peyorativa para referirse a las personas de distinta creencia religiosa. Así como los fariseos.

Haciendo un ejercicio de imaginación, supongamos que estamos sentados, cansados, escuchando atentamente una enseñanza proveniente de un fariseo en la sinagoga. Estamos llenos de problemas, pero es sábado, y hacemos un esfuerzo por estar allí, para escuchar la lectura y explicación de la Ley. Entonces, el fariseo-sacerdote, hace una plegaria en la que da las gracias a Dios por no haber nacido mujer. Y acto seguido, hace una explicación sobre por qué usted, persona común y corriente que a duras penas tiene tiempo para disfrutar con su familia por las cargas económicas, es un "maldito" ante los ojos de Dios porque no hace lo suficiente para agradar a Dios. En vez de trabajar y sostener a su familia, le dice el fariseo-maestro, usted debería dedicar todo su tiempo a pagar el diezmo hasta de las más pequeñas hierbas. Pero como no lo hace, es un maldito ante Dios.

En esas circunstancias, la gente de Nazaret iba a la sinagoga. Pero este sábado, algo pasaría. Algo diferente.

El hijo del carpintero José y María, Jesús, hace un año se fue del pueblo. Y se oyen informes de que él ahora hace obras poderosas: sana enfermos, expulsa demonios, y hasta le han dado la oportunidad de enseñar. Y su fama se había extendido por todas partes.

Jesús, que también había sido carpintero, va a Nazaret, y como es sábado, hace lo que solía hacer: ir a la sinagoga. El relato de Lucas añade lo que sucede:

Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a pregonar el año del favor del Señor.»

Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente, y él comenzó a hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.»
Todos dieron su aprobación, impresionados por las hermosas palabras que salían de su boca. «¿No es éste el hijo de José?», se preguntaban.
Jesús continuó: «Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: "¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm." Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra.

No cabe duda de que en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en los alrededores de Sidón.

Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio.»
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron. Se levantaron, lo expulsaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina sobre la que estaba construido el pueblo, para tirarlo por el precipicio. Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.

Lucas 4:16-30
Nueva Versión Internacional

Jesús acababa de leer de las Escrituras la profecía de Isaías. Una profecía más, de las muchas registradas en las Escrituras Hebreas. Pero, al cerrar el rollo, dijo Jesús que HOY, es decir, en ese momento, se cumplía esa profecía en presencia de ellos.

La profecía indicaba que el espíritu de Jehová estaría sobre una persona, que sería ungida para anunciar buenas nuevas a los pobres, proclamar libertad a los cautivos, y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor Jehová. Ciertamente Jesús, ese hombre que había sido carpintero en Nazaret, que había vivido entre ellos, ERA carpintero. Pero AHORA, en ese momento, ante ellos, era el Mesías, el Ungido de Jehová.
http://www.ultimosestrenos.net/wp-content/uploads/2010/02/passioncaviezel0222_big.jpg Ciertamente Jesús había recibido el espíritu santo en el momento de bautizarse en el Jordán. En ese momento el espíritu santo comenzó a estar en él. Pero las obras y la enseñanza que resultaran de la acción del espíritu santo, serían evidentes tras los 40 días y noches de ayuno. A partir de entonces, Jesús actúa, trabaja las obras que Su Padre le había encomendado.

Sin embargo, estar en Nazaret, ante la gente que lo conoció siendo un hombre común y corriente, y presentarse transformado en el Mesías, era algo que quedó claro tan pronto la gente lo escuchó. Era Jesús, sí, el hijo de José. Pero era otra persona, distinta. Hablaba con una gracia, con una autoridad que no le habían escuchado jamás, ni a Jesús mismo antes, ni a nadie.

Fue el recibir el espíritu santo el que obró la transformación, de carpintero a Mesías. Jesús era perfecto, pero fue cuando recibió el espíritu santo, ese punto de inflexión en su vida, por no decir, el punto de inflexión de la humanidad entera.

¿Cómo reaccionó la gente de Nazaret ante este Jesús diferente?

La gente quería más. Quería ver un milagro, después de todo, Jesús era conocido como un hombre que hacía milagros.

Se supone que si había un lugar en el que debía Jesús hacer milagros, era en Nazaret. Allí había hombres y mujeres enfermos, que necesitaban ser curados. "Nadie es profeta en su tierra", dijo Jesús.

La gente no creía que Jesús fuera el Mesías, o un profeta digno de ser tratado como tal. Por eso Jesús les dijo la famosa frase citada arriba.

http://www.labutaca.net/fotos/22/lapasion/masfotos/p8.jpg¿Cómo entender que la gente viera a Jesús frente a sus ojos, y supieran de su poder, y a pesar de ello, no pusieron fe en él? Ese hecho hace pensar en que no necesariamente tener al frente a Jesús o a Jehová Dios mismo, o ver un milagro, logra que alguien tenga fe.

Para colocar en la debida perspectiva lo que sucedió allí en Nazaret ante la falta de fe de la gente, Jesús hizo referencia a dos ejemplos históricos, de dos grandes profetas judíos: Elías y Eliseo. Entre ambos ejecutaron 24 milagros: 8 Elías y 16 Eliseo (recuerde que Eliseo pidió tener el doble del espíritu de Elías, por eso hace el doble de milagros).

¿A quién fue Elías en medio de la sequía? Había muchas viudas necesitadas de comida, pero Jehová ordenó a Elías acudir a Sarepta, a una viuda no israelita, que recibió provisión milagrosa y la resurrección de su hijo.

Y Eliseo curó a Naamán de la lepra. No es que no hubieran leprosos en Israel, pero fue Naamán, un no israelita el que tuvo la fe y la humildad de seguir las instrucciones del profeta de Dios.

La gente de Nazaret se enfureció. Estaba molesta, hasta intentó matar a Jesús. Eso de ser comparados con los odiosos paganos, gentiles no les cayó muy bien.

Francamente uno se pregunta cómo es que la gente no aceptó a Jesús. La enseñanza de los fariseos, santurrona, legalista, llena de tradiciones y reglas, que miraba por encima del hombro con desprecio a los demás, se les quedó insertada hasta la médula. Los judíos en general eran despreciados por sus líderes religiosos, y ellos a su vez, despreciaban a otros. La enseñanza fresca, vigorosa, transformadora de Jesús sencillamente no encajó en el esquema mental y emocional preestablecido que ellos tenían.

Jesús invitó a la gente a ir a Él, los que estaban cargados, afanados, la versión bíblica Traducción en lenguaje actual lo traduce así:

"Ustedes viven siempre angustiados; siempre preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar. Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir; la carga que les hago llevar no es pesada".

Mateo 11:28-30

Esas eran las palabras del carpintero de Nazaret. Él sabía trabajar con la madera, sabía que era frágil, que tenía que usar las herramientas adecuadas, en la medida precisa, para lograr darle forma. Y así eran las personas. Estaban angustiadas, en afán constante, pero Él sabía cómo hacerlas reposar, cómo darles paz mental y en el corazón. Su yugo es suave y su carga, ligera.
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